lunes, 29 de octubre de 2007

7 cajas (que trata sobre cuando mi casa pasó a ser mi ex-casa de forma no-oficial)

7 cajas, 5 sacas grandes negras de esas de basura, bastantes perchas y 3 viajes con el coche. Contando los libros que me quedan por llevarme, el telescopio y los - escasos - trastos que ya me había llevado, tal vez sumamos algunas cajas más. En total, 10 horas de trabajo como máximo.

Pero en definitiva, a eso se resume el legado tangible de mi matrimonio. Todo lo demás - lo emocional, lo vivido, los recuerdos, etc. - no pesa en los brazos. Tal vez en la espalda o en la mente, pero no en los brazos.

Aunque la mañana del sábado empezó con energía, a medida que iba entrando la tarde parecía que las horas eran como losas en mi ánimo y también en el de M, porque cada objeto es un recuerdo y era la primera vez que ambos estábamos conjuntamente preparando mis cosas. Muchos no lo entenderán, pero es inevitable ponerte emocional al hablar de estas situaciones independientemente de lo mucho o lo poco enamorado que estés, sin importar lo suave o lo abrupta que haya sido la ruptura. Hay muy pocas reubicaciones que se hayan hecho "gratis" a nivel sentimental. Y este caso, en lo que a mi respecta, no ha sido una excepción.

La realidad es que este fin de semana ha sido una de las últimas veces que he entrado en el piso de La Palma estando casado con M; el domingo apenas quedaba ya rastro físico de mi estancia allí tras 4 años de matrimonio, e incluso su familia estaba demasiado ocupada ayudando a mover ropa de unos armarios a otros - los que no hace mucho eran los míos - como para ni tan siquiera dirigirme la palabra. Tal vez sea mejor así, para todos. La verdad es que no lo sé, pero me sentí raro.

Había algo extraño en el ambiente, como si el olor fuera distinto. Mi casa pasó a ser mi ex-casa de repente y todavía no he acabado de adecuar mi espacio en Fontpineda. Técnicamente, en estos momentos, no existe ningún lugar del mundo que pueda llamar mi hogar. Sé donde están mis cosas, sé donde está mi domicilio social que figura en mi DNI y sé como ir de un lugar a otro con los ojos cerrados. Pero no hay nada más. Espiritualmente, soy un homeless.

Afortunadamente y mientras se acaban de pulir algunos detalles del convenio regulador del divorcio, pasaré estos próximos 3 días en Madrid, probablemente demasiado ocupado como para tener tiempo y pensar en estas cosas. Volveré a mis Ibis después de una temporada sin estar en ninguno y por lo menos, aunque parezca una broma macabra, la extraordinaria similitud entre todas las habitaciones de esa cadena hotelera por lo menos me devolverán la imagen de una estampa que, aunque ajena, podré reconocer como familiar. A 62 euros la noche.

4 comentarios:

Vander dijo...

Joer, qué tonto eres. Vente la semana próxima que cojo vacaciones. Es que no das una XD

Esta semana estoy pilladísimo con mi genial turno de 14 A 20 ¬¬

Anónimo dijo...

Yo no he pasado por esto pero supongo que esta situación es muy dolorosa, pero tienes que verlo como que se cierra una etapa de tu vida y se abre otra.
Tengo un compañero de trabajo que le pasó mas o menos lo que a ti con tu separación y le ha costado salir a flote pero ahora está en una etapa floreada de la vida, tiene otra pareja y es feliz.

Sldos. Jordi.

Motenai dijo...

Bueno Vander, por lo menos irás a la quedada de noviembre :-)

Sí, emocionalmente es jodido porque un tema así te pone a prueba y más en las circunstancias nada traumáticas en las que se ha producido. Es cuestión de tiempo y trabajo, supongo.

Vander dijo...

Joer macho, eres un cabezonet de cuidao.


Se me acaban las vacaciones el 22 de noviembre. Es decir, curro el 23, 24 y 25 (y 26, 27, 28...)

Tendría que pedir libres 23 y 24 (no me quedan días libres, ya los he gastado en este puente) y el 25 es guardia, con lo cual, nadie me lo cambiaría.

Así que no, ni me la tiro, ni puedo ir a la KDD este año XDDDD