Pequeño Gran Planeta (que trata sobre una reflexión y nada tiene a ver con el título de Sony)

El ser humano tiende por naturaleza a mirarse el ombligo. Unos más que otros, resulta algo evidente, pero es una constante natural en la especie. Siempre lo que nos ocurre es lo peor y siempre somos los más desafortunados del mundo. El dolor, como el placer, es muy personal y - probablemente - tenemos todo el derecho a sentirnos así siempre que queramos.

Podría argumentar a modo de consuelo que existe la ley física de la compensación, de forma que dos fuerzas confrontadas tienden a la compensación eventual, pero no se trata de eso. Se trata de que, incluso en el más feroz de los huracanes, existe un punto de paz y de calma. Estar en el centro del huracán significa no ser arrastrado por el viento. O dicho de otra forma, incluso en el más completo de los caos (caoses, también puede decirse) hay signos de paz. Sin necesidad de hablar de la paz que acontece tras la tormenta.

No soy el único que atraviesa una tormenta en estos últimos tiempos y, como decía, he estado en ocasiones en el mismísimo centro - rodeado de una paz casi sobrenatural - y tengo la impresión de que no llega aún el momento cumbre de la calma. Me noto, eso sí, anclado firmemente en el suelo y no temo al viento que sopla o pueda soplar (diría que no temo al viento que puede venir de casi todas las direcciones).

Pero, decía, otros atraviesan sus propias tormentas que, por lo mencionado en el primer párrafo, son tan importantes como las mías. Sin embargo, tengo un presentimiento distinto al respecto y es que aquellas, de una vez, tocan a su fin. Lo presiento.