martes, 17 de febrero de 2009

La buena educación (que trata sobre niños y la forma en la que se educan)

Hablando con cualquier padre y madre de hoy en día es fácil que todos estén de acuerdo en una cosa: los niños de hoy crecen muy malcriados, muy maleducados. Sorprende que, no obstante, ninguno de ellos se considere responsable ni en la menor medida de esa circunstancia, que siempre es ajena a lo que ocurre en su casa y, si por acaso ocurre, es por las malas influencias que recibe el niño del exterior (escuela, abuelos).

Suele pasar que si por acaso te decides a empezar una conversación de este tipo y al no tener hijos, siempre eres blanco fácil de la réplica más autocomplaciente: "cuando seas padre ya me dirás". Del mismo modo que tampoco podemos hablar de la luna pues "cuando hayas estado allí, ya me dirás" o incluso de los italianos en general, pues "cuando los hayas conocido en profundidad a todos y cada uno de ellos, ya me dirás". Similares son todos los argumentos en su concepto.

Evidentemente la experiencia es un grado, no cabe duda de ello y no es mi intención despreciarla alegremente. Pero no olvidemos que todos los principios de análisis empiezan por la observación y muchas madres y muchos padres, cegados por el amor que sienten por sus hijos y por mucha experiencia que esa paternidad les pueda ofrecer, no consiguen ver más allá de sus cejas.

La razón por la que adelanto estos párrafos es un reciente artículo que leí en el magazine de un periódico sobre la educación a los niños y que se pregunta, a grandes rasgos, acerca de la potestad de reprender a un niño de 4 años de la mesa vecina en un restaurante que se está dedicando a berrera y a tirar comida ante la pasividad de sus padres. O que se dedica a molestar a otros comensales mientras sus progenitores lo miran con ternura porque el crío "es muy mono". El artículo, comentado por pedagogos, educadores y psicólogos infantiles, argumenta que no sólo existe la potestad de reprender al niño, sino que es además un deber. Hablaré en las siguientes líneas reflexionando a caballo entre lo leído y lo que opino a título personal, aún conociendo los límites de mi nula experiencia a la hora de criar efectivamente a la prole.

La creciente presión laboral que sufren los padres de hoy en día para mantener la casa y la familia provoca que muchos niños se desatiendan. Para mantener a raya los problemas que otrora necesitarían un tiempo y una paciencia que hoy no se tienen, se suele comprar a los hijos. Con regalos, con tiempo de televisión, etc. Y ciertamente, dejar la educación de los niños en manos del programa de Ana Rosa, Pasión de Gavilanes y Gran Hermano me parece arriesgado. El caso es que los límites que los padres imponen a los niños son cada vez más lejanos y cada vez más flexibles, en pos de lograr una armonía en casa que por lo visto, a la larga, resulta en los adolescentes que conocemos hoy en día. Paz a golpe de talonario, sólo que en este caso tras la paz no viene la gloria.

Reprender al niño del restaurante, o lo que es lo mismo, que alguien ajeno a su círculo más cercano coloque límites a la criatura puede resultarle útil. Útil porque le recuerda que el mundo no gira a su alrededor y que existen cosas que no pueden realizarse, reglas que cumplir más allá de las que les pongan sus propios padres. Decirle al niño que se calle porque molesta y que deje de tirar comida al suelo, o que deje de importunar al resto de parejas que desean pasar una tranquila velada no me parece algo poco razonable. Sin embargo hay un problema.

El problema son los propios padres del niño, que en el afán de sobreprotección ciega que realizan sobre sus hijos se consideran los únicos con capacidad y autoridad para educarles. Una educación que, a la vista de los sucesos del restaurante, no ejecutan con la suficiente eficiencia escudándose en la supuesta "hiperactividad" del niño (estadísticamente, menos de un 3% de los casos) o su desproporcionada "ansiedad" (que según la ACTAD suele responder a fobias, separaciones, transtorno EPT, TOC, etc). A lo mejor el niño es realmente hiperactivo, pero por lo visto son las menos veces.

¿Qué ocurre entonces? Que la reprimenda, a menudo acertada, es rechazada frontalmente por los padres. Nadie tiene derecho a dirgirse a su ultra-bien educado hijo. Una situación capaz de romper relaciones de muchos años de amistad, o deteriorar las existentes entre madre y abuela (cuando éstas, debido al mayor tiempo que pasan con los nietos, tienen un papel fundamental en su educación, papel que crece día a día) por las divergencias que existen en la forma de criar a los retoños. Apoyo el hecho que quién guíe el camino deba ser la madre, pero en el momento en el que se solicita los servicios de la abuela por cualquier razón, se la licita para que intervenga en la educación de los pequeños, faltaría más.

Reprender a un crío en presencia de sus padres puede ser útil, por aquello que comentaba de poner límites desde un círculo menos próximo al familiar, que mandan el mensaje de la existencia de un mundo que existe más allá de la voluntad de un niño de 4 ó 5 años. Pero, al mismo tiempo, puede ser una actividad muy peligrosa. Por lo visto, si ya nos gusta poco que nos digan cosas sobre uno mismo, en el momento en el que tocamos la educación de otro tenemos todas las de perder. Y así, de este modo, seguiremos sufriendo los niños más molestos y maleducados de toda la historia con la triste y banal excusa de que todos los males que hereda nuestro retoño, provienen de la coyuntura extra-familiar.

O lo que viene a ser lo mismo: que educar, todos los padres lo hacen bien. Es culpa de los otros padres que educan mal a sus hijos y contaminan a los nuestros.

5 comentarios:

Anabel dijo...

Sergi...no estoy de acuerdo y sé bien de lo que hablo, créeme...

No es falta de tiempo, ni sobreprotección. Lo importante en la educación es que el niño entienda que tiene obligaciones y responsabilidades (además está contemplado en la Ley del Menor). La autoridad es importante y no puede imponer las reglas un niño, que es lo que sucede, ante la desesperación de los padres.
Incluso entre hermanos, con el mismo "sistema educacional", normalmente los pequeños desarrollan otra serie de conductas, muy difíciles de corregir.

La hiperactividad, con o sin déficit de atención es mucho más frecuente de lo que dices, el problema es que no se detecta con suficiente anticipación, por lo que el remedio, suele ser peor que la enfermedad.

En esta educación, ha de estar IMPLICADO el colegio, cosa que no sucede. Un niño "revoltoso", suele ser marginado, nadie coge el toro por los cuernos, a no ser que amenaces con informar a un inspector escolar...que es cuándo entonces se implican.

En fin, no es tan sencillo, que es a lo que iba.

GENocideFJS dijo...

Estoy bastante de acuerdo contigo Sergi en algunas cosas, así como Anabel ha remarcado un punto importante que ahora mismo no puedo rebatir porque es lo que hay. Un menor tan protegido que parece que ni sus padres pueden darle un bofetón.

Por ejemplo en el colegió donde hice todo el EGB, a los profesores se les iba un poco (mucho) la mano porque recuerdo haber visto hasta alguna patada a un niño...de hecho cada dos por tres los padres de algunos alumnos bajaban a las puertas del colegio porque a su niño le habían pegado más de la cuenta y algún profesor tuvo que salir a escondidas..Es un mal ejemplo el de mi colegio, pero hablando de mi propia casa, recuerdo haberme llevado muy pocas hostias, pero todas las que me llevé fueron para bien...No podría recriminarselo nunca a mis padres pues se dieron en momentos en los que era eso o el mensaje posiblemente no se hubiera captado con tanta claridad.

Como dice el cura de El milagro de P. Tinto, más de un padre ha perdido la oportunidad de dar alguna que otra hostia a tiempo.
Pero tampoco hay que recurrir a la violencia física aunque esta en pequeñas dosis y en la ocasión perfecta puede ser manita de santo.
La tele desde luego que puede enseñarles muchas cosas, pero otras solo se aprenden tras un sonoro bofetón, unos días castigado en casa sin salir, o tras una charla de estas que pega Aslan de Narnya.

Anabel dijo...

Gen...estudie en el Cole Virgen de las Nieves y acabé en Ntra. Sra. de la Consolación!

Las monjas...de vez en cuándo también repartían alguna! hoy sería impensable!

Anónimo dijo...

Es una pena la educacion de los niños de hoy, el tema es complejo y de dificil solución, están acostumbrados a que todo vale, en mi caso puedo decir que fui un niño superconsentido pero habia unos límites muy marcados, respeto a tu familia y a tus profesores y con eso ya le tenías respeto a todo lo demás, si por algún motivo recibias algún guantazo por algo era y tus padres no se metían en el tema.
Creo que es Reino Unido el país donde se permite algún "cachete" por parte de los profesores y no puede haber reclamación por parte de los padres, si es que se pierden las tradiciones, jejeje.

Sldos. Jordi.

Anónimo dijo...

Desde luego que estoy deacuerdo con todo lo que dice Motenai, es más, parece que has sacado mi pensamiento a la luz.

Os comento, yo soy miembro de una Familia de 6 miembros, es decir, padres y 4 hermanos. Yo me he críado en un ambiente familiar que como bien dice Motenai, se viven situaciones de mala educación a los crios, y que siempre se achará a que pacede hiperactividad, y en el caso contrario, en el que reprendas a un Chaval, para su bien, sale al escenario la típica frase que tanto hemos escuchado " No le riñas a mi niño, que es muy bueno y se puede traumatizar"

Yo creo, que por el bien del niño, muchas veces es mejor un gesto externo que muchas veces el interno, porque el crio esta aconstumbrado y ve algo normal que le reprendan , en cambio cuando viene del exterior es diferente.

Saludos

Javier-