lunes, 16 de julio de 2007

With a little help from my friends (que trata sobre el soporte que recibes cuando lo necesitas)

Nota especial: hoy quiero hablar de los apoyos "externos". De aquellos que recibes desde fuera de tu familia (pareja, padres, suegros, etc.) ya que éstos últimos, por lo menos en mi caso, casi siempre se han visto cumplidos con un alto nivel de satisfacción. En los buenos y en los malos momentos. Para que no haya ningún vestigio de reproche en ese sentido, mi más sincero agradecimiento desde la misma introducción.

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No suelo recibir apoyo externo en mi vida. Por la sencilla razón de que a) no suelo necesitarlo y b) no suelo pedirlo. Además, siempre he creído que parte de la gente que está a mi alrededor, parte de la gente que lleva años a mi lado casi de forma incondicional, era partícipe de esta situación. Generalmente estoy al otro lado. Suelo escuchar más de lo que soy escuchado, esa es la realidad, aunque uno de mis principales defectos es que a quién más me gusta hacerlo es a mí mismo.

El problema principal de todas las cosas que uno se llega a oír en la vida es que, si vienen de voces autorizadas y que a priori no te pretenden ningún mal, te lo puedas llegar a creer demasiado. Dependiendo de tu interlocutor, uno no pone las barreras que son necesarias para que lo que se nos dice no nos afecte demasiado. Por mi forma de ser, además, procuro conceder el beneficio de que, por muy descabellada que me pueda parecer una afirmación sobre mí, por el simple hecho de estar dicha por alguien importante debe tener algo de razón.

Y últimamente, de un tiempo a esta parte y siempre de cara a adentro, he recibido un montón de feedback negativo desde múltiples frentes. Muy negativo. Tan negativo que he llegado a plantearme muchas cosas respecto a mí mismo, cosas que afectaban directamente incluso a mi plena estabilidad mental. Merecidamente o no (tal vez desarrollado en una entrada aparte otro día o probablemente nunca, no sé, en cualquier caso de análisis dificultoso), he hincado la rodilla en el suelo. Me he sentido como un tumor cancerígeno que se debía autoextirpar, culpable como es por haber crecido (o decrecido) incontrolablemente. Y en esta vorágine de culpabilidad, rodeado por una intensa nube de confusión, cuesta distinguir las tres "F", como dicen los ingleses: friend from foe.

A pesar de las múltiples recomendaciones en este sentido, no creo que sea un problema de ayuda profesional lo que necesite. Por lo pronto, me reconforta pensar en el frente común que algunos de mis amigos han hecho, apuntalando los cimientos de mi persona a base de intentar hacerme creer que no soy un superhombre (y que por tanto ni puedo ni debo tener la culpa de todo), que necesariamente no puedo ser una patología contagiosa para nadie, que quedan lejos los tiempos en los que dejé de ser un niño rabioso cargado de complejos y que hoy - que no ayer o anteayer - sigo teniendo un valor como persona digno de lo mejor, que se me quiere por lo que soy y no por lo que fuí.

A esas personas, cuya elegancia demuestran con el hecho de que no gastan sus esfuerzos en empujar hacia el otro lado sino que los concentran en sujetarme para que no caiga, y de las que nunca pensé que tuviera que echar mano - qué bueno y qué reconfortante que vinieran por si solas -, les quiero dedicar esta entrada. Para todas, y por todo en lo que ellas creen, gracias. De verdad.

S

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