Como mañana estaré en Granada (tierra soñada por mí) durante todo el día y hasta miércoles por la tarde, escribo esto el lunes por la noche mientras mi memoria es fresca y además pienso que es interesante.
Hace unos pocos días hablaba de mi abuela (y que Dios me lo bendiga); este fin de semana fuí a visitarla, cosa que hago menos a menudo de lo que debiera dado que soy, a efectos prácticos, su único nieto y mi madre no suele ir mucho que digamos. Mi abuela me quiere con locura pero tiene sus buenos 90 años que aunque todavía le permiten vivir sola (y cuidado de quién se le ocurra decir otra cosa) pues empieza a repetir mucho las cosas ya que pasa demasiado tiempo encerrada en casa únicamente con sus pensamientos. Cada situación nueva es una anécdota y como la vida en el barcelonés barrio de Sant Andreu del Palomar - porque a pesar de que mi abuela sigue en ocasiones bajando a Barcelona, Sant Andreu hace muchos años que dejó de ser el barrio de las afueras - pues no da para mucho, siempre acaba contando lo mismo.
En lugar de dejarla decir, sin embargo, en esta ocasión planteé una nueva estrategia y la obligué a contarme como fue el día en que se casó. Y hace tanto que tuvimos que sacar lápiz y papel para echar cuentas. Además, la historia tiene interés no solamente por su anacronismo, de verdad.
Como mi abuela es de 1917, para encontrar los datos precisos hay que hacer cálculos. Mi abuelo hará 18 años que murió (eso nos pone en 1989) y ese mismo año hubieran hecho 50 años de casados (lo cual nos sitúa en 1939-1940). Como esperaron 5 años para tener a mi madre, eso significa que mi madre es del 45. Los números cuadran.
Bien. Era otra época aquella. Mis abuelos se casaron en sábado, pero tenían sus razones: a mi bisabuela (que se había quedado viuda cuando mi abuela tenía 8 años y un hermano, y desde entonces y hasta el día de su muerte no se separó de su hija) le iba mejor en sábado que en domingo. El sábado por la mañana, prontito, a eso de las 8 ya se estaban casando. Asistieron al enlace el padre de mi abuelo y su nueva mujer (un pionero de la época en esto de las dobles relaciones), mi bisabuela y una amiga de mi abuela. Y su santa madre, claro. Como acababa de terminar la guerra civil española, había escasez de todo. Por eso se hizo una chocolatada-desayuno, con 7 personas incluyendo novios (bueno, esposos) y amigos. La hermana del novio llegó tarde: trabajaba. A eso de las 11 y media de la mañana, todo listo y finiquitado, y cada uno en su casa.
No había mucho dinero para filigranas, así que para celebrar su matrimonio los dos recién casados se fueron al cine Odeón a las 7 de la tarde: Deseo (con Gary Cooper), que echaban. Como mi bisabuela cosía para un sastre y, por tanto, mi abuela también, la mañana del domingo se despertaron temprano: había que hacer el trabajo del día anterior, claro.
El viaje de rigor, un par de días en Montserrat, tuvo que esperar al fin de semana siguiente. Mi abuelo podría al fin disfrutar a solas de la compañía de su recién coronada esposa. Bueno, a solas pero con la suegra. Faltaría más.
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