martes, 22 de julio de 2008

Las falsas alarmas y los cuentos que nunca terminan (que trata sobre la luz al final del túnel convertida en locomotora que viene en tu dirección)

El día no empezaba bien, esa es la verdad, porque una de esas llamadas extrañas al móvil demasiado pronto por la mañana no te dejan buen cuerpo. Puede que en los hospitales se cure a la gente en lo que respecta al cuerpo, pero la mente se debilita. Hoy hace dos semanas que mi padre está en el hospital y el hombre está muy cansado de tantos hospitales. Y su mente también.

Aunque a lo largo de la jornada han ido apareciendo los claros, en gran parte debido a las noticias que llegaban de bellvitge pero también gracias a Meri, con quien hoy hemos sabido entendernos mejor después del chasco de ayer.

La historia es que en principio a mi padre le podrían haber dado el alta mañana. Ha sido balsámica esta noticia, como mano de santo. El alta hospitalaria para el día siguiente, toma ya. Pero parece que el destino no quiere dejarnos en paz o, por lo menos, todavía no. Por la tarde han aparecido unas décimas de fiebre y, por protocolo, lo más seguro es que eso demore 24 horas más su salida de la habitación. Él, pero, todavía no lo sabe.

A veces se tiene la sensación, cuando se cumplen más de 8 meses desde que esto empezó, que en realidad no va a terminar nunca. Como si siempre fuera a aparecer otra cosa que vaya a estropear lo que parecía que iba mejor, como ha sido durante estas últimas 40 semanas.

¿O es que acaso los problemas no se van de vacaciones?

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