Mientras a toda ciencia mi mujer en estos momentos estará haciendo uno de esas maravillosas entradas sobre lo bonito del viaje a París (en adelante, Paguí), he pensado que para no repetir las cosas y/o ponerlas de un modo menos agradable estaría bien compartir con este blog un detalle que me sucede desde hace mucho tiempo y que, confieso, no es apto para personas que sufran al leer de cosas guarras o desagradables.
Pero lo primero es lo primero: Paguí ha estado genial, me lo he pasado en grande paseando por las calles y disfrutando de, oh increíble, un tiempo inmejorable visitando el Paguí clásico: Tour Eiffel, Montmartre, Louvre, Campos Elíseos, Tumba de Napoleón, el Arco del triunfo, Nôtre Damme, la Ópera y etc. etc. Fantástico. Estamos agotados, muchos kilómetros andando pero la verdad es que ha valido la pena. Lo teníamos pendiente y volveremos porque el recuerdo que queda es simplemente estupendo. Incluso he comido mi primera crêpe (eso sí, en donde hacen "las mejores crêpes de Paguí") y me ha gustado.
Sin embargo no quería hablar de la Ciudad de la Luz. Hoy hablo de cierto problemilla que tengo cuando viajo a sitios ajenos a mi casa y que no conozco: no puedo cagar.
Si, si. No cago. No me sale. Como, como y como... pero no expulso los ineludibles desechos que mi cuerpo produce tras la ingestión de los alimentos. Se acumulan en mi interminable intestino grueso hasta que me familiarizo con el lugar (puede llegar a pasar una semana) o hasta que vuelva a casa, lo que suceda antes. En el caso de este viaje, al volver a casa. Ha sido entrar por la puerta y reanudarse el tránsito rectal, relajarse el esfínter y correr al baño de arriba para soltar la gran andanada, dejando huella radioactiva que a buen seguro durará varias horas. Ha sido maravilloso, claro. Porque cagar, diga lo que diga la gente, sigue siendo uno de los grandes placeres de la vida (para los que no sufren estreñimiento, claro) y una de las pocas cosas que iguala a todos los hombres. Ya me lo decía mi abuela: "Caga el Rei i caga el Papa, i de cagar ningún se n'escapa!".
Es raro esto. Debe ser psicológico, claro. Recuerdo que en la anterior DRUPA estuve una semana que no conseguía ir al baño. Cuando al final aquello decidió que más apretado dentro ya no se podía estar, "el niño" fue espectacular. Mientras que Marta adornará seguramente su texto con unas ricas fotos, yo prefiero no hacer lo mismo. Sin embargo, creo que no soy el único en el mundo al que le pasa... y sinceramente es tarde ahora para buscar en internet si es un problema real o soy el único que tiene retortijones de efectos retardados.
Qué cosas, no?
6 comentarios:
Pues me da a mi que tu mujer ha sido tan escatológica como tú, jajajajajajaja
Sí, no lo entiendo xD
Vaya morro, yo ya había dicho que escribiría acerca de la peste asquerosa a pis que hace en parís, porque esa peste me ha llevado estos 4 días por la calle de la amargura!
Que yo no veo tres en un burro, pero la naturaleza me lo compensó con un olfato que ni los perros!
La felicitat és un pet de dotze segons.
12 segons? Uauh...
El próximo día que digas que lo que escribes no es apto para personas que sufran al leer cosas guarras o desagradables, dejaré de leerte en ese mismo instante. Acabo de descubrir que no soy apta. Por favor, un respeto a tus lectores, coño!
Publicar un comentario