Ayer, tras chorrocientos meses de espera, asistimos a la representación en el Liceo de Barcelona de "El Holandés Errante" de Richard Wagner.
Es la primera obra de la segunda época de Wagner, tal vez mucho menos conocida que Tanhäuser o Lohengrin y lejos, para mi gusto, de la calidad de Tristan und Isolde, la tetralogía de los Nibelungos o incluso la majestuosa Parsifal.
Afortunadamente en la ópera, contrariamente a lo que ocurre en los conciertos de cualquier banda de hoy en día, se produce una fidelidad absoluta a la partitura con los necesarios matices que siempre añade un buen director de orquesta que se nota, y mucho, en estas representaciones. Personalmente es algo que echo de menos cuando voy a ver a un grupo en directo, y esas variaciones que hacen sobre sus propias canciones más que motivarme me incomodan en la mayoría de los casos. Yo he nacido para ver y escuchar música clásica en directo y si quiero ver improvisar para eso está el jazz o el blues, no el pop o el rock.
Y precisamente esa fidelidad al escrito original, aunque tal vez algo falto de contundencia "wagneriana", es casi lo único que se salva de la representación ayer en el Liceo. La puesta en escena sencillamente no cuadraba con el espíritu de la obra ni desde luego con el libretto; sin ir más lejos, el primer acto habla de "sopla, viento, sopla y acércame a mi amada" cuando el barco en cuestión es un petrolero. De hecho, la razón por la que se encuentran los dos capitanes en el mar es porque una tempestad endiablada les ha alejado siete millas de la costa... Tampoco le encuentro lógica a que, en pleno momento más conocido de la obra (tercer acto, principio) las niñas se me pongan a bailar country. Lo siento, no lo comprendo.
A todo esto le sumamos tías en pelotas en el escenario, un perro, gente en bici dando collejas a uno que estaba por ahí, una máquina de coca-cola en el fondo... en definitiva, una puesta en escena horrible, demostrando una vez más que "arriesgar" debería significar algo más que meter cosas delante del público y a ver qué pasa. Muy mal para Àlex Rigola, a mi parecer alguien que no ha entendido nada ni de Wagner, ni de la obra ni del público barcelonés. El Sr. Rigola nunca debiera haber salido de su puesto de friki-rector del Teatre Lliure y no atreverse con algo que, incluso multiplicándose 100 veces, le queda grande. Le hubiese sentado mejor multiplicarse por cero.
Pero eso tampoco debe esconder otras flaquezas de la obra y de su reparto, en especial las de la soprano que interpretó el papel de Semta (un poco justa) y de que, como antes dije, creo que al foso le faltó un plus de "punch" que siempre requieren las obras de Wagner, aunque la interpretación en sí estuvo soberbia.
En fin, es la putada de tener que adquirir las entradas con TANTA anticipación porque, de haberlo sabido, a esta es a la clásica obra que te compensa ir al tercer anfiteatro en la parte de atrás y disfrutar, eso sí, de "solo audición" a su precio justo. Y por supuesto, perfectamente comprensible la escasez de aplausos del público (algún silbido que otro también) y la fuga masiva de asistentes que si esperaron a la bajada del telón fue por respeto al resto de la gente y a Wagner, que no a la representación en sí.
En fin, salgo escaldado del Liceo, primera vez en mi vida.
2 comentarios:
Al parecer acertaba El País y se equivocaba el ABC... o por lo menos en cuanto a vuestra opinión, porque... ¿opina Marta lo mismo?
Por lo que he leído, ful de estambul :P Lo siento ;)
Marta opina lo mismo, sí.
Me gustó la historia, que no la conocía, y me gustaron Erik y el Holandés, pero el resto no, no me hicieron vibrar como me pasó en Aida y sí que hicieron que me estremeciera, el perro, las tres tías en pelotas con pelucas de brujas, el pretolero y las supuestas hilanderas que cantaban: Gira rueca gira cuando estaban en una conservera...pobre wagner!!!
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