jueves, 8 de mayo de 2008

Por el humo se sabe donde está el fuego... el fuego del cariño (que trata sobre una breve reflexión empresarial)

Mientras esta tarde me dirigía a hacer unas visitas, he observado en la autopista una columna de humo bastante grande. Un incendio, claro, pero no forestal sino empresarial. Se estaba quemando una fábrica.

Curiosamente me dirigía a aquella zona y me ha costado llegar un huevo, porque los Mossos estaban acordonando la zona, asegurando el perímetro (mola eso) y tal. Se estaba quemando un almacén de plásticos y demás, desde la 1 de la tarde, justo delante de donde yo iba. Por lo visto el plástico es jodido de apagar, porque cuando le echas agua encima, se enfría la capa superior y deja una especie de película que impide que más líquido penetre en el interior, provocando que lo que queda debajo se vaya quemando lentamente y de forma inexorable.

Me parece sospechoso que una empresa se queme tres veces seguidas, pero bueno, no va por ahí mi reflexión. Cuando pasé por delante, los trabajadores estaban fuera (lógicamente) y de cachondeo. Claro, trabajar no podían trabajar, pero me causó muy mala sensación el hecho de ver a tanta gente descojonándose de la risa, como si eso no fuera con ellos. Bah, se quema mi empresa pero total, tampoco es mía.

Estos trabajadores, alienados completamente de su producto y de quien se lo hace producir, después se quejan de forma mucho más implicada cuando su empresa se aliena de ellos. Todos los grandes sociólogos que han hablado de la relación moderna (post-revolución industrial) entre el operario y su patrón como Marx, Durkheim o Weber han coincidido en este punto de alienación, aunque difiriendo en las razones y en los matices. Lo que no tenían claro es lo que comentaba respecto a la relación inversa - empresario y trabajador - y supongo que la imagen que he presenciado hoy, de absoluto pasotismo y el "esto no va conmigo", hubiese provocado una cierta reflexión incluso en estos ultradefensores del trabajador.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Desgraciadamente no valoramos las cosas de los demás y tampoco queremos la mano que nos da de comer.
Yo no soy el propietario de la empresa donde trabajo pero juro por Dios que la gente que tengo a mi cargo tienen que sentir los colores o lo tienen mal para seguir conmigo. Nosotros somos la empresa y tanto el capital social como los jefes y los currillos somos todos un equipo y cuando por una parte no se valora a otra ahí falla algo y es destructivo.

Sldos. Jordi.