miércoles, 2 de abril de 2008

Silencio (que trata sobre la propia palabra, no sobre la canción de Bisbal)

Silencio. Falta de ruido. Ausencia de sonidos. La Nada.

Muchas veces la gente creehaber estado en silencio pero probablemente en realidad lo haya estado en muy pocas ocasiones, y puede que ni tan siquiera lo recuerde. El silencio absoluto es muy complicado de obtener, pero silencios relativos hay muchos.

Ahora mismo he apagado el televisor, no hay ruidos demasiado importantes. ¿Estoy en silencio? No. Tecleo en el ordenador pero no es lo único que oigo; el ronroneo de la lavadora detrás de la puerta cerrada, ha terminado el centrifugado y se ha quedado en pausa. El disco duro efectúa salvados de seguridad y lo oigo; a lo lejos, débilmente, un perro ladra. Hay que deternerse a escucharlo, pero está ahí. El motor del compresor de la nevera, todavía más flojo, ahí está. Incluso si me concentro, puedo ir el ligerísimo tic tac del reloj gigante que tengo apoyado en la pared. No hay silencio.

Si lo pienso, la mayoría de situaciones en las que debería haber silencio, no lo hay. Una biblioteca, por ejemplo, está llena de cuchicheos, de gente que se levanta de las sillas o que pasa las páginas. El cine, con el crepitar de las palomitas o algún móvil despistado que suena. Una noche de verano, en la que paseas tranquilamente por la urbanización... crees estar en silencio, pero en realidad te has acostumbrado al ruido de los grillos que te acompaña mientras caminas. Casi silencio.

Se le ha intentado dar muchos nombres, le han dedicado sonoras canciones en su honor, han intentado explicar como es su sonido, que es oro... tonterías.

En mi vida recuerdo 5 momentos de silencio absoluto. De quedarse absolutamente quieto y solamente escuchar como uno mismo respira. Uno de ellos fue buceando, bajo el agua: el fondo del mar es increíblemente callado, aunque como nunca bajas solo, siempre hay un compañero que gira, la compresión del aire en tus oídos que te obliga a ecualizar a cada metro que bajas, peces que se agitan y que no hacen ruido alguno pero que te distraen e impiden que te concentres en nada...

El resto de momentos en los que he vivido silencio han sido (y así tienen que ser) casi sobrenaturales. Uno fue en un cementerio, cuando era adolescente. Pocos años más tarde, saliendo a correr una noche de agosto en Fontpineda, los grillos callaron y me dí cuenta de que el mundo se había detenido, solamente mis pasos disturbaban la noche. Los otros dos fueron hace poco. Uno de ellos se produjo en el Liceo, con Mònica, después de la última pieza del concierto de Brahms. Inexplicablemente - y más en un teatro, que por lo visto dan mucha tos - al final del concierto 1000 personas se quedaron simultáneamente sin pestañear, mientras el triángulo daba las notas del cierre. Fueron 4 segundos que, en mi opinión, no existieron.

El otro fue ayer. Salía de cenar y me iba a casa. Tenía el coche aparcado en Corbera, delante de un pabellón de baloncesto que siempre está lleno con gente que entrena a horas intempestivas, como antes hacía yo. Cerré la puerta del rellano y miré al cielo buscando la luna. Mientras bajaba los escalones me dí cuenta de que únicamente el que desentonaba era yo, que hacía ruido al caminar. Tuve que detenerme a escuchar atentamente, por si era mi imaginación o me estaba quedando sordo. Ni una cosa ni otra, simplemente no había nada. Cero absoluto.

Fue un orgasmo instantáneo, sentí un escalofrío brutal que me recorrió la espalda. De repente, el mundo era mío.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A MI EL SILENCIO ABSOLUTO ME CAUSA RESPETO Y A VECES HASTA ALGO DE MIEDO, ES ACOJONANTE.

SLDOS. JORDI.

Vander dijo...

"El auténtico silencio nunca avecina nada bueno"

Es una frase de Kami Higashikuni, un samurai que se convirtió en Ronin de la noche a la mañana por no advertir que los grillos habían callado. Cuando despertó por la manaña, su señor había sido degollado, así como otros samurais que sí habían notado ese cambio y se habían levantado.

Motenai dijo...

Samuráis de media tinta.