miércoles, 5 de marzo de 2008

Lágrimas y Chopin (que trata sobre una mezcla entre la música y los sentimientos)

Esta mañana ha sucedido algo inusual en la visita diaria al ICO. Ciertamente, nada que ver con el hobbit Herminia y ni mucho menos con algo que pudiera clasificarse como alegre. Hoy, mientras llegaba tarareando mentalmente el Preludio: gotas de lluvia de Chopin, en la puerta de la entrada del edificio bajo del oncológico - justo por donde se llega a radioterápia - había una mujer de mi edad rota del dolor y llorando y gimoteando a moco tendido tras la visita con el médico. No es una imagen nada bonita, la verdad, pero además contrasta por lo poco habitual que he podido apreciar que resulta en el hospital.

Contrariamente a lo que pasa en Bellvitge, en el que estas escenas se suceden asiduamente tanto en urgencias como en planta, las de esta mujer son las primeras lágrimas que alcanzo a ver desde que mi padre está en tratamiento y, sinceramente, no creo que me vaya a ser fácil olvidarlas.

De forma inevitable, dado que cuando se me pega una melodía resulta difícil desprenderme de ella, he seguido repasando internamente el Gotas de Lluvia; no puedo negar la influencia que Eternal Sonata está ejerciendo sobre mí - el videojuego de Xbox 360 basado en el hipotético último sueño de Chopin en su lecho de muerte - y del que intento disfrutar en los escasos ratos libres que dispongo.

Mientras tanto, le he comentado a mi padre para borrar rápidamente la imagen de la entrada, que estaba pensando en Gotas de Lluvia y el Fantasie-impromptu. Juntos, de forma creciente, hemos empezado a repasar la vida del genial compositor y virtuoso del piano de origen polaco, pero hijo de emigrante francés.

Marcado por una infancia de éxitos muy precoces, Frédéric ya realizaba conciertos como Mozart, a los 8 años de edad. Fue de aquí a allá, pero a los 20 años tuvo que exiliarse definitivamente de Polonia debido al alzamiento de noviembre contra el dominio ruso; aunque residió en Francia muchos años, jamás renovó el pasaporte y permaneció allí bajo el estatus de refugiado político. Dada su delicada salud - murió de tuberculosis a los 39 años - en 1838 se le recomendó viajar a un clima más favorable y acabó en Mallorca durante un tiempo, que coincidió con una de las etapas más lluviosas que se recuerdan en la isla y que no hizo sino empeorar su enfermedad.

Enclaustrado en Valldemosa y ya en compañía de George Sand, se dice que el sonido de las gotas de lluvia le marcó lo suficiente para su Preludio nº 15, uno de los más conocidos a la vez que más tristes y, sin que pueda evitarlo, la que se convierte en el tema de hoy.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo lo de ver a la gente llorar en los hospitales me parte al medio, cuando lo he visto me ha hecho llorar en alguna ocasión.
No dejas de sorprenderme con ese disco duro en tu cabeza que posees con datos como los de la vida personal de Chopin.

Sldos. Jordi.