lunes, 25 de febrero de 2008

El placer de que te pidan cosas (que trata sobre peticiones de diversa índole, en general)

Ayer volvía de Barcelona de grabar un podcast a las once de la noche y, en el camino de regreso, le iba dando vueltas a la situación que me había llevado a perder 5 horas y media para grabar un programa de 45 minutos. Me habían pedido que por favor asistiera en persona al estudio y lo hice, simplemente. Hubiese preferido la comodidad de estar en casa durante los 90 minutos escasos que la mayoría del resto de contertulios invirtió en el proceso, pero bueno.

El caso es que no era la primera petición del día; antes, por la mañana, tuve visita sorpresa en el club y una chica joven - en palabras de su propio padre y tampoco TAN joven según mi parecer - me estaba esperando en el bar tras un par de horas de tenis. Es de esas visitas que nunca por inesperada es menos bienvenida, claro.

I got lectured, yesterday. O en castellano, que suena igual de bien y viene a ser lo mismo, fuí sermoneado durante los 90 segundos más largos de mi vida. Y porque no acostumbra a pasar, es digno de mención aquí.

Dar una charla a alguien, que no es lo mismo que charlar con alguien, implica necesariamente que ocupas una posición mayor con respecto al sujeto de la charla y a su objeto directo. Y como "sermonear" casi siempre se usa en términos de moralidad, no deja de ser gracioso que la sartén le hable al cazo de cómo funcionan las cosas en la cocina. Y vive Dios, creo, que debo ser de las últimas personas a las que un discurso moral puede provocar algo más que un leve pestañeo, no porque desconozca o esté inmunizado ante los conceptos de bondad o maldad sino porque, aún conociéndolos, ponerlos en una argumentación ante mi persona no suele surtir ningún efecto. Ni a favor ni en contra, ojo. Es como oír llover estando en casa: incluso mola el sonido de la lluvia golpear contra techo y ventanas, pero mojarte no te mojas. Pues lo mismo.

En otras palabras: no soy difícil de convencer, pero no se conseguirá mediante un "está bien" o "está mal", "le haces bien" o "le haces mal". Eso no es una razón en sí misma. Por lo menos casi nunca.

Pero como soy hombre y por ende débil, basta con que me pidas una cosa con un razonamiento medianamente convincente o, por el contrario, con cara de gatito pidiendo mimos. Debo admitir, pero y con un testigo de excepción y excepcional presente, que ayer había más de lo segundo que de lo primero. Me hubiese enternecido más que el objeto de la petición hubiese sido un poco menos egoísta, un poco más desprendido pongamos, pero para el caso... patatas.

Así que siguiendo su propia estética literaria que tanto le gusta, no ho tornaré a fer, de verdad. Porque tú me lo pides ;-)

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, admito ser un cotilla, de que era la charla, es que seguro que era un poco ladrillo, lo digo por el tiempo utilizado, jjeje.

Sldos. Jordi.

Motenai dijo...

Pues no era muy ladrillo, porque mi interlocutor es muy buen conversador :-)

La charla era sobre lo que puedo y lo que no puedo hacer, algo así muy general...

Anónimo dijo...

Vols dir que a qui t'esperaven al club era a tu?. Aquesta vegada no rei, la protagonista de que estigués a Corbera era una altra persona... lo siento!

La que no quiso opinar en esa charla de la que hablas.

Motenai dijo...

Tú eres una listilla, eso es lo que te pasa xD

Gemma dijo...

Como todo el mundo tiene derecho a todo, yo tengo derecho a estar decepcionada. Y lo estoy, en estos momentos.

Lo siento, por mí, y por ti. Porque que algo le haga mal a alguien sí es una razón en sí misma, y que pienses lo contrario me sabe mal.

Motenai dijo...

Por lo que entendí el otro día, y corrígeme si me equivoco porque es donde falla estrepitosamente tu discurso de ponerte la mano en la cabeza y hacer un "oigh de indignación, es que no todo el mundo tiene derecho a todo.

Así que antes de permitirte según que derechos, procura antes darlos. Es la base de cualquier "buena intención": dar antes de recibir :-)

Qué gran dolor debe suponerte, querida Gemma, que el hecho en sí mismo de que puedas comprender las enormes diferencias entre el bien y el mal no te haga mejor persona.

Gemma dijo...

Sí me hacen mejor persona, i tant que me hacen mejor persona.

Hacer algo que aporta negativo a un tercero (o segundo) y a ti cero te hace ser peor, en cambio.

Son los principios de cada uno, que no son mejores ni peores si hablamos de el ya famoso tribunal que nunca los juzgará, aunque para mí son sensiblemente peores los que tu defiendes, en este caso.

Motenai dijo...

Epa, epa. Léeme bien. He escrito "que el hecho EN SÍ MISMO de comprender las diferencias".

Qué más dará, Gemma, que sepas cuál es la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal si eso no va a cambiar en absoluto tu modo de actuar. Lo empeora, a mi punto de vista. Está en mi convencimiento que ambos seríamos capaces de encontrar alguna muestra en nuestra vida diaria que ejemplificaría lo que digo, seguro.

Cada uno tiene sus formas de pensar y decir las cosas, evidentemente que no tienes por qué compartirlas, pero yo prefiero ir de frente y decir a la cara lo que pienso ("agosaradament" en ocasiones, pero incluso si objetivamente no me aporta nada) y, además, actúo en consecuencia.

En mi opinión es mucha mejor táctica - aunque no sé si de mejor persona, de eso no entiendo - que decirle a las personas cosas que no són u obrar en disonancia a lo que digo. Que SEGURO que no es tu caso, pero tampoco sorprende; ya has dejado claro que eres mejor persona que yo o, por lo menos, con una muy superior catadura moral :-)