lunes, 24 de septiembre de 2007

Stordal y yo (que trata sobre una breve crónica del fin de semana, entre otras cosas)

Aunque estoy muy cansado, el dulce regusto del trabajo bien hecho es lo único que ocupa mi mente. Ha sido un fin de semana físicamente exigente, del que ahora y tras apenas 5 horas en la cama, mi cuerpo se resiente.

El mismo viernes, una temprana - y fácil - victoria a pádel con Gemma de pareja (de aquí a las Olimpiadas, lo que yo te diga), para que posteriormente le siguiera una tabla de quesos con buena compañía y mejor conversación, avisaban a mi mente de que previo a la tempestad siempre hay unos dulces momentos de calma.

La tormenta no tardaría en llegar y tenía nombre y apellidos: Pax Stordal. Por si alguien no está al corriente, Pax Stordal es el nombre que reciben el grupo de armarios de Ikea - Pax - junto con el sistema de puertas correderas, Stordal. En mi caso, opté por un grupo de cuatro pax divididos en dos módulos de 75 de ancho y dos más de 50. Juntos forman un ropero multiusos de 250 cm de anchura, 236 de altura y 60 de profundidad. A ello se le debe unir no el clásico sistema de cierre, sino dos puertas con cristales de vidrio templado que cubren la totalidad de la superficie. Ganas espacio, está claro, pero... ¿a qué precio?

En la vida suelen dividirse dos grandes grupos de personas: perdedores y ganadores, casuals y pR0s... la nueva distinción consiste en los que han montado un Pax Stordal y los que no lo han hecho. Puede que uno piense: "ah, pues yo he montado un par de estanterías de Ikea y tampoco es para tanto", o bien "psché, yo una vez monté una mesa del Ofiprix y bah...". Sí. Claro. Lo que quieras. Pero también puedes decir que has visto a los animales en el zoo o has estado en Kenya, que no es lo mismo jugar al paintball que no ir a Afganistán.

Y lo mejor de todo, lo hice yo solito. 21 horas de trabajo, pero aguanté. Solo conté con la colaboración de mis dos inseparables compañeros: Billy y Jimmy.


Billy y Jimmy, mis dos inseparables ayudantes

Este es el cuarto gran montaje de Ikea que hago (falta todavía un trillón de cosas por hacer). Como si la vida misma tratara de transmitirme un mensaje poco encriptado, para la primera vez fuimos hasta 4 personas trabajando; la segunda, un máximo de tres. La penúltima, en Sorbeira, éramos únicamente dos. Ayer, nadie más que yo. Creo que esta lección es más valiosa de lo que uno se pueda pensar.

Hice bien en rechazar todos los ofrecimientos de ayuda que recibí, tanto los sinceros - los menos - como los realizados por cortesía. Las múltiples horas de trabajo en el mayor de los silencios me rcordaban a los viejos tiempos, que no por viejos fueron mejores, y ni tan siquiera unas pocas - aunque agradables - horas de sueño de la noche del sábado al domingo ayudaron a paliar un cúmulo de sensaciones extrañas.

Cuando el domingo amenazaba con terminar, y gracias a esa capacidad innata mitad defecto y mitad virtud que tiene para desoír todo lo que digo, Mònica apareció en casa para acabar su maratoniana jornada de estudio y ayudarme en la única tarea que físicamente no podía realizar: colocar las puertas en sus correspondientes guías (eso sí, "por la derecha que con la izquierda no tengo fuerza"). Al final, quién más trabajo tenía fue quién tuvo que ayudarme, también como en los viejos tiempos - aunque estos no por viejos fueron peores - demostrando que se necesita algo más que una pelea para alejar a uno de lo que quiere hacer y es menester de hacer. Y de hecho así ha sido entre nosotros desde que en mi razón el Sol sale por las mañanas y se acuesta por las noches. Algún eclipsillo ha habido, cierto, pero lo importante es que a la hora de la verdad... ñaca, en el momento y lugar adecuados. Por lo tanto Mònica, una vez más, gracias por no escucharme y estar ahí para lo malo, que es lo que cuenta.

Acabado lo más difícil, ahora no admitiría ni la ayuda de toda una legión, puesto que mi habilidad solamente se ve superada por mis cohone. Aparte del mensaje que me llega de este finde, quedan claras algunas cosas: que un Stordal no me puede, que el temita es el temita y que no-se-sa-be, que un imperio no vale lo mismo que algo imperial y que al final, como yo ya sabía, Albert de Bankinter es el que más sabe. Y como me llamo Sergi que lo imitaré.

Una tortilla de patatas precocinada y unos minutos ante Blue Dragon finiquitaron dos jornadas extrañas, intensas, emocionalmente interesantes y muy fatigosas. Mañana más.

Buenos días y buena suerte.

6 comentarios:

GENocideFJS dijo...

Ánimo con esos muebles, campeón!!

Vander dijo...

Con dos cojones, enhorabuena xD

Cris dijo...

Molt xulo l'armari!

Anónimo dijo...

Muy bonitas esas puertas correderas, todo eso no es que sea complicado montarlo sino que es dificil por el volumen que se necesita para moverlas, pero una vez puestas quedan muy elegantes.
Dentro de poco te podras dedicar a colocar esto por las casas, seguro que se gana una pasta, jeje.
Sldos. Jordi.

Anónimo dijo...

Te podría felicitar y decirte lo mono que te ha quedado...hablar del descanso del guerrero, de lo impresionante de la hazaña!!y además sólo!!!!...pero me has dejado impresionada...no por que seas un experto en el montaje de Pax Stordal, que tiene más nombre de especie protegida de Doñana, que de armario de Ikea...y al que te ha costado 21 horas doblegar! INCREIBLE!!!...no ha sido pues "una victoria fácil y temprana"...
Gemma...creo que tienes material de sobra para hacer un gran post sobre los hombres y el bricolaje...estoy deseando leerlo! por cierto...a pesar de todo, brindo contigo (con Perrier, eso sí)por esos momentos ante una tabla de quesos y una mejor conversación.

Motenai dijo...

Samantha? xD