miércoles, 16 de enero de 2008

Pequeñas dosis de gastronomía china (que trata sobre por qué es complicado conseguir un momento de paz total)

Cada vez que voy a un restaurante chino (que se deben llamar restaurantes chinos porque trabajan chinos, no por otra cosa) pienso en lo mismo, en las particularidades que los convierten en "restaurantes chinos".

Por ejemplo, todos son iguales. Todos. Bueno, vale, no todos, pero la gran mayoría. Los mismos adornos, la misma comida, los mismos chinos.

El mismo pan de gambas, por poner algo. Por cierto, un gallifante a aquel que me explique por qué se le llama pan de gambas, que ni es pan, ni se parece en nada a una gamba - color, sabor, etc - y siempre es exactamente el mismo en todos los restaurantes. El pollo con almendras, otro clásico. La ternera con champiñones, por decir otra cosa. El wan-tun frito. Yo no he comido distintos wan-tu, SIEMPRE me he comido EL MISMO wan-tun.

Pero hay una salsa que dominan los orientales que me trae de cabeza, y generalmente se asocia al cerdo. Cerdo agridulce.

Choca pensar que la palabra "agridulce" siempre la solemos asociar a algo no demasiado bueno, a algo que no ha acabado con perfección... como que te empaten el partido en el último minuto. A lo mejor el empate ya te era buen resultado, pero cuando has tenido la victoria tan cerca... El caso es que los chinos han hecho hasta un plato con eso, un plato que puede estar bien... pero que lo estropea la salsa! Increíble!

Pues la realidad es que mi entorno, en general, parece que esté regado por toneladas de esa salsa. Como si yo viniera con ese condimento que sí, OK, el plato puede estar pasable pero claro, cuando acaba de pasar por la boca haces esa mueca extraña en la cara. No dejan de suceder a la gente que me rodea hechos extraordinariamente injustos, no solamente por su naturaleza de por sí sino también por el momento en el que suceden, como si el destino buscara precisamente maximizar el daño que pueda hacerles... sin tener necesariamente yo la culpa pero como si indirectamente mi presencia fuera, por así decirlo, una suerte de imán de negatividad.

Mientras Mònica se prepara a mi lado para entrar en el examen, espero que el hecho de que yo esté aquí no le afecte de otra forma que no sea positivamente, porque eso es lo único que hoy va a necesitar.

La paz está cerca, lo sé, o eso espero.

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Por cierto, Meri, si lees esto... que sepas que yo tb te quiero ;-)

5 comentarios:

Carme dijo...

Sergi, rei, fes-li un petó ben fort a la Mònica de part meva. Tota la meva energia perquè li vagi tot bé. Un petó per a tu també.

Anabel dijo...

Monica....si lees esto...ahí va más energía positiva!!!!

Anónimo dijo...

y yo, te quiero, te quiero, te quiero, como la trucha al trucho mucho.....

Motenai dijo...

Sisi, lo q yo t diga...

Anónimo dijo...

Yo odio el cerdo agridulce pero no por el sabor si no porque me da la sensacion de que se me va a pegar al esófago ,jejeje, y me da la impresión de que me va a subir tanto el colesterol que se me van a atascar las venas.

Cuando voy a los chinos observo que nadie se come esa maldita salsa.

Sldos. Jordi.