Aunque sigo marcado por los acontecimientos de ayer, he decidido mientras estoy en la Feria de Barcelona esperando a que el puto electricista se pase por mi stand (el Graphispag empieza el próximo lunes 19) acometer una de mis muchas y disparatadas divagaciones, que espero que se conviertan en la tónica de este blog.
Ayer fue San Valentín, fecha que seguramente durante algunos años no asociaré a casi nada bueno. Siempre me pareció curiosa, no obstante, la fecha del 14 de Febrero y el cómo se ha popularizado universalmente por casi todos los continentes. Según cuenta la leyenda, el origen de la festividad se remonta a la época del emperador Claudio III, que mandó asesinar a Valentín porque casaba parejas a pesar de que el máximo mandatario romano lo había prohibido porque pensaba que los hombres casados rendían menos en el campo de batalla que los solteros. Valentín fue ejecutado precisamente ese día señalado que tanto se celebra hoy, en el 270 A.C. Sin embargo, no fue hasta 1969 cuando la Iglesia lo incorporó al Santoral, según parece para eliminar los vestigios de una fiesta pagana romana que se celebraba en honor a Lupercus. El caso es que en los casi 40 años que lleva implantada de forma "oficial", nadie pone en duda al 14 de Febrero como "el día de los enamorados".
Y yo que de pequeño creía que lo había inventado el Corte Inglés, mira por donde.
Siempre me había gustado San Valentín, incluso cuando era adolescente y anti-sistema. Porque muchos adolescentes éramos anti-sistema. Tal vez debido a que teníamos necesidad de ser diferentes por miedo a caer en la mediocridad general; una necesidad de individualizarnos dentro del colectivismo, cosa que a mucha gente le sucede incluso pasada la adolescencia. Creo que todos en mayor o menor medida no tan solo somos distintos, sino que es imprescindible que eso lo sepa la gente, tenemos que hacernos notar.
De hecho hay muchas formas de destacar, incluso con la más leve de las tonterías. Si la gente dice que Ronaldinho es buenísimo, yo solo tengo que argumentar que es un paquete y que cualquier jugador de tercera regional es infinitamente mejor. Y listos, ya he captado la atención.
Me contaba un psicólogo hace algunos años que una de las peores cosas que puedes llegar a hacerle a un niño pequeño para destruirle la mente es hacer ver como si no existiera. Por lo visto puede generarle un trauma porque tiene necesidad de ser y el hecho de ignorarle le dice que ya no es. Un poco como Patrick Swayze en Ghost, pero sin hacer figuras en el torno.
En fin, que yo era anti-convencionalismos. Llevaba el pelo largo, las camisetas al revés y era heavy. Hoy me queda poco pelo, las camisetas son blancas o de colores compradas por Marta en el Massimo y, eso sí, me sigue gustando Metallica. Me gustó ir en contra de lo establecido: la Navidad, la moda, la forma de hablar, la forma de hacer...
Igual es que no fuí auténtico en aquella época, no lo sé. El caso es que hoy, con 28 años, sí me gusta la Navidad y me gusta San Valentín. Me gustan las ocasiones especiales por el simple hecho de haber sucedido el mismo día aunque muchos años atrás. Incluso voy a la cabalgata de reyes, y no tengo hijos, cuando de adolescente no había ido jamás.Tal vez ya no sea anti-sistema.
O tal vez el hecho de que me gusten esas cosas signifique hoy ser poco convencional.
Por cierto, acaba de llegar el electricista. Bueno, LA electricista. Creo que es la primera mujer que conozco que se dedica a este campo. Uma mujer poco convencional, no me cabe duda. Seguro que me caerá bien.
jueves, 15 de febrero de 2007
No es por San Valentín (que parece tratar sobre los convencionalismos pero acaba en una semi-reflexión post-adolescente)
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1 comentario:
Pues yo digo que Ronaldinho es BUENISIMO!
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