domingo, 16 de diciembre de 2007

Pequeños bocados de felicidad (que trata sobre el momento en el que llegan ciertas cosas y cómo lo hacen)

Es curioso que en vísperas de un día tan importante como el de mañana y a escasas horas de que llevemos a mi padre - que no está bien - al hospital para su ingreso, la tarde-noche de ayer fuera una de las más satisfactorias de los últimos tiempos. Hasta cierto punto es casi injusto, yo diría, porque las circunstancias globales por un lado impiden que la experiencia fuera completa a nivel de satisfacción y por otro te puedes llegar hasta a sentirte mal por estar disfrutando y de verdad.

Ayer teníamos campeonato por equipos de tenis y aunque la eliminatoria la perdimos yo gané mi partido con comodidad. Como hacía muchos años que no sucedía, me llevé a mis padres conmigo. En teoría jugábamos en el tenis Barcelona pero como son demasiado pijos y nosotros demasiado plebeyos decidieron que no teníamos status suficiente para pisar su carísima y rojísima arcilla y nos llevaron al Molí, que está relativamente cerca, completamente desierto y en el que hacía un viento inhumano. Y frío, mucho frío. Aún así, en apenas 40 minutos había liquidado mi encuentro por 6-3 / 6-0 a un rival majo pero con más simpatía que tenis en su raqueta.

Volvimos a casa rápidamente y ya que ayer Mònica se había tomado el día de fiesta - creo que el primero propiamente dicho en un mes y medio - pudo acompañarme tanto a comprar como después a montar cosas que había pendientes en casa. Una cómoda - fea y mala - de Ikea, reordenar algunos muebles, montar algunas cajas (en Ikea hasta las cajas se montan) y poner una balda encima de la tele. Está torcida y faltan otras dos pero oye, ya está puesta. Ahora los Mr. Potato me observan mientras escribo esta entrada. Liberamos espacio y hasta en un rincón cabe el árbol de Navidad o, mejor dicho, de pseudo-Navidad porque adornos no tiene ninguno. No he querido renunciar a que este año haya Navidad a pesar de todas las circunstancias. Esa es la gran realidad. Por cierto que el árbol también es de Ikea y su montaje (y el hecho de que esté parcialmente torcido xD) se lo debo a Mònica.

Un LP recopilatorio de Tchaikovsky sonaba en la tele, porque equipo de música no tengo ¬¬ y el Vista no me reconoce la tarjeta de sonido ¬¬; sinceramente, me entraron unas ganas terribles de emocionarme con el Cascanueces y de bailar el Lago de los Cisnes. Tchaikovsky era un genio y punto, qué coño.

Y no es que el cansancio hubiera hecho demasiada mella pero a las 10 y media de la noche en camita, casi antes que los Lunnies, para hoy levantarse pronto, comer con mis padres y tirar luego hacia Bellvitge.

Por cierto que acaba de irse Paula y no se si seré yo, si será ella o será que hacía 5 años que no la veía pero... qué guapa está!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Otra vez a Ikea, me encanta Ikea, me parece que ya te lo dije anteriormente, debo de ser una persona rara.

Sldos, Jordi

Motenai dijo...

No eres una persona rara! Yo tengo pensado volver allí. A ver si nos vamos a cruzar y nosotros sin saberlo!!