martes, 7 de agosto de 2007

The bitterness of truth (que trata sobre mis pensamientos acerca del riesgo actual de mi vida)

A nadie sorprendo si digo que mi situación emocional a día de hoy está verdaderamente removida. Como ya anuncié, mi divorcio es de formalización inminente; sin embargo, cuando caminas en el filo de la navaja - virtualmente, claro - siempre son los pequeños detalles los que inclinan la balanza en uno u otro sentido. Te puedes sentir "mejor" y, tras una corta conversación telefónica, sentirte "peor"; y al revés, ojo. Y claro, siendo alguien como soy de los que le da muchas vueltas a las cosas, gastas una tremenda cantidad de recursos pensando en uno mismo, en tu pasado y, muy importante, en tu futuro.

Ya que en última instancia estoy considerado como el que tomó la decisión final del divorcio (dos no se pelean si uno no quiere pero dos se divorcian aunque uno no quiera), me permitiré el lujo de hablar en primera persona. Esta decisión ha sido indudablemente la más importante de mi vida y la de mayor relevancia, incluso mayor que la de casarme; la razón es muy sencilla: te casas y resulta una aventura, pero lo que está por ganar es siempre mucho mayor a lo que dejas atrás (para la mayoría, vamos). Sin embargo esa aventura, con los riesgos que supone, es siempre un camino hacia adelante; o por lo menos no conozco a nadie que se haya casado para dar voluntariamente un paso atrás.

Cuando rompes ese matrimonio das el paso inverso; muchos pueden salir ganando con ello (un maltrato, una relación realmente tormentosa... buff... no sé), no es mi caso. De haber seguido así habría tenido una relación estable, hubiésemos tenido niños, hubiesen ido a una buena escuela, los habría visto crecer, hubiese envejecido, habríamos comprado una casa con jardín... Tal y como así ha estado durante 4 años, con picos hacia arriba y hacia abajo, hubiera sido 70% feliz durante toda mi vida. O lo que es lo mismo, no habría sido completamente feliz y, por ende, no habría sido feliz en la concepción total de la palabra. Pero ojo, que nadie lo dude: pocas mujeres hay como ella y muy afortunado será aquel que consiga darle lo que necesita, porque seguramente de ella obtendrá el doble. Que mi incapacidad ni sirva de excusa ni frene al valiente. El problema somos nosotros dos, ni ella como individuo ni yo como tal. Juntos hemos tenido momentos realmente buenos, así como otros realmente malos.

No obstante, con el fin de esa relación, abro el camino a la felicidad completa. Aspiro al 100%, aunque sea durante una semana. Prefiero una semana de 100% que una vida entera al 70%. Igual es una gilipollez o igual es una línea de actuación extremadamente inmadura, no lo sé. El caso es que no puedo permitirme el lujo de conformarme con menos y, al mismo tiempo, no puedo tener la cara dura de conformar a otra persona con menos. Porque si yo no estoy al 100%, difícilmente mi pareja tendrá su 100%. Por lo menos en mi concepto de felicidad, ojo.

Peeeero, y aquí viene lo bueno, llegamos a lo que decía al principio. El riesgo de mi decisión es que me abre la posibilidad de llegar a ser un ente completo, el camino a la felicidad completa. Y, al mismo tiempo, despeja el camino para conseguir también la infelicidad completa. Sin llegar a arrepentirme, puede que lamente estos momentos el resto de mi vida.

Yo aspiro al 100% y solo me apoyo en una única premisa: mi fe. Cómo soy excepcionalmente creyente, para mí la fe equivale a la certeza. Tengo la certeza de que puedo ser completamente feliz, porque mi paciencia para conseguirlo y mi determinación al respecto están a prueba de bombas y, por encima de todo, de incrédulos y de la falta de espiritualidad. Que levante la mano quien ose opinar lo contrario.

Pero el amor es caprichoso. Tal vez yo haya nacido para ser inherentemente infeliz. Tal vez la que está ahí afuera para mí nunca comparta mi modo de pensar o, sencillamente, yo no sea todo lo que ella necesite o quiera. Una cosa es segura: una vez tenga el amor completo en mis manos, mútuo me refiero, seguro que sé qué hacer con él.

1 comentario:

Cris dijo...

Sergi, m´agrada la teva reflexió. Qui no arrisca, no pispa! Buscar lar felicitat al 100% és certament dificil.... però crec que la millor manera d´apropar-s´hi és, com ja dius, estar content amb un mateix, disfrutar, valorar i ser feliç amb el que ets i fas. La vida dóna moltes voltes, ahir vas estar adalt i avui potser abaix... però depèn de tu tornar-la a recuperar i lluitar per gaudir-la (nomès en tenim una!)

Com m´has aconsellat, primer cal aconseguir els petits reptes per després poder arribar al objectiu més gran... sort! :D